miércoles, 25 de julio de 2007

En el 21 un 23


Foto: Reo del 23.




Por: Reo del 23.

Es 23. Voy tranquilo. La ciudad me pasa delante al ritmo que me lleva el moderno transporte, y, enganchado como siempre de los ruidos propios, no dejo que los murmullos ajenos me sofoquen. Todas las fotos, los trámites y las sensaciones que se me posan en la cabeza han hecho que, al contrario de lo que pensaba, me tome las cosas con más calma.

El número ya casi no afecta, solo resacas de la memoria. Hace calor eso sí, acaba de pasar el medio día y es verano, el ritmo quiteño, pese a las vacaciones, no baja y se posa en un tránsito que hace tiempo dejo de ser relajado.

Hoy es Ray Charles el que me acompaña y me da el ritmo correcto, pero un timbrazo que me salta desde la ingle cambia todo el panorama. Al menos eso pretendió.

Que fue!! Me grita. Ya llego, le digo yo. Faltaban dos minutos para atrasarme como siempre, así que estaba relajado, nada me sofocaba, ni siquiera el calor, menos su voz.

Parada con su melena al viento y con un traje sastre que pronosticaba luto charla con uno de los comensales de las leyes, quien sería el conductor de tan extraña jornada.

Él educadamente me extiende la mano y lo primero que sale de su boca es una sentencia. Hay que acordar el monto, solo para decirle al juez. Reaccioné tarde cuando escuché la cantidad, una de las tantas jugadas sucias que han venido sucediendo desde hace tres años.

Por acá! nos guía el joven enternado y nos sumergimos en un corredor estrecho, no tan oscuro por la luz de la tarde que golpeaba en las ventanas, y que de lado y lado sumaba 15 computadores, que su principal actividad es ser compañía al traca traca de las máquinas de escribir, verdaderas artífices del quehacer burocrático.

Casi en el fondo, en papel reciclado pegado en una gaveta voladora, rezaba "Juzgado 21 de lo Civil".

Buenas tardes! saluda atento el abogado y sin inmutarse el secretario sigue concentrado en su exageradamente parsimonioso tecleo. El mundo afuera gira como loco, todos a las mil carreras, yo uno de esos, y el hombre ni se mosquéa.

Eternos minutos pasan hasta que pregunta: El número? 1156 le responde el abogado.

El secretario, con la misma lentitud con la que se nota hace todas sus tareas, pasa su dedo por la lengua, acomoda una pila gigantesca de juicios y los revisa uno por uno. 0634, 7890, 4533, 1220, desfilan los procesos hasta que la torre de documentos maltratados desaparece. El 1156 no asoma. Es hora de la segunda pila. El mismo trámite, dedo a la lengua y opto mejor por fijarme en los detalles con los que relleno este texto, para no desesperar. Vendedoras de joyas en gran charla con secretarias desocupadas, hombres humildes que saludan: "buenas tardes doctorcito", como si eso ayudara para que estos seres cambien a amable su tan insoportable forma de atender a los que pagamos sus sueldos.

Me reincorporo a la tramitología, me doy la vuelta y el funcionario a cargo de nuestro proceso lo encuentra. Escrito con marcador negro, sobre el escudo nacional se ve el 1156. Alcanzo a ver nuestros nombres, que juntos estarán por última vez.

Con toda la cara de desgano el secretario se levanta y nos ordena que lo sigamos. Veinte pasos más adelante está una puerta de vidrio a la que llama golpeando fuerte con su gigantesco anillo de oro, que lleva impreso la libra de la justicia, y que se lo entregan solo a quienes cumplen 25 años de arduo, complejo, cansado y ajetreante desempeño legal. Y quien mejor que nuestro secretario.

Pese a toda la calma las manos se me comienzan a enfriar y trato de pronosticar un momento de esos que no se nos borrarán de la mente, pero nada más alejado.

Se demora en abrir y cuando lo hace aparece tras del vidrio un enano de grandes ojos verdes, que pese a su tamaño cree tener la altura de un gran juez.

Pase, pase! nos dice con prisa. Más pilas de documentos sobre el escritorio hacen que el hombrecillo se me pierda de vista. A ver! No está embarazada? Le pregunta y ella sacando los ojos a semejante interrogante responde tajantemente que no. Y la pensión? Tartamudeando doy yo la cifra. Tienen bienes? No, coreamos los dos. Cuando le va a ver al niño? Cada 15 días digo y ella asiente.

Entonces anote que no está embarazada y que no tienen bienes le dice al secretario y así, en 20 segundos da el trámite por concluido.

No me terminaba de acomodar cuando nos toco cuzar la puerta de vidrio nuevamente. Con esa inmediatez, un montón de años, un montón de historias y recuerdos que ya son vagos comienzan a ver sobre una pantalla negra las tres famosas letras de las películas clásicas: FIN.

Luego, el trámite siguió otra vez con el abogado, el secretario y su parsimonia. Cédulas en mano, el funcionario escribió varias veces mal los nombres, estaba ahora frente a la computadora, maquina que nunca entenderá. Ella, en cambio, esperaba junto a la máquina de escribir que todo acabe de una buena vez, hasta que luego de un "eso es todo" nos despedimos.

Así fue, salimos y entre la multitud de tramitadores y abogados se pierde el nuestro, al que vería por primera y última vez.

El sol no ha dejado de pegar en la calle y para aminorar la sensación de no sentir nada, o no saber lo que deba sentir, prendo un cigarrillo mientras ella compra algo para pasar el mal sabor de boca. Caminamos solos y juntos por última vez, y lo único que se le ocurre es una broma con dedicatoria y de mal gusto: "ahora si ya te puedes casar otra vez" y suelta una carcajada irónica. Opto por no decir nada y le acompaño al auto. Ahora es frío el ambiente pese al calor. Ella se embarca, y claro, no podía dejar de rematar la tarde con lo único que le atormenta: "acordaráste que hay que pagar..." Sí, sí lo sé, se que siempre debo pagar, que es lo único a lo que tengo derecho, siempre lo he sabido, la escasez no significa, y no ha significado nunca, falta de voluntad de cumplir con lo que debo cumplir, más por amor que por obligación.

Y me voy, caminando, mientras ella prende su motor. La ciudad se me posa enfrente de nuevo, ahora al ritmo que le marco yo con mi andar, con mi tabaco, con Ray al piano y con todas las cosas en las que he pensado estos días y con todos los sentimientos que me afectan y que desde hace mucho ya no le pertenecen.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Asi pasa, pero es lo mejor.
Carajoo!! como sabes transmitir
T.q. full
MArie