lunes, 11 de junio de 2007

Mañana de carnaval


Y aquí estoy, levantado a las cinco, dormido solo dos, con el verde de la carga iluminándome el ojo y con ganas locas de salir a correr.
La maleta viajera la lleva solo a ella a cuestas. Nada más.
Salida a prisa en uno de esos amarillos para no fallar.
La mañana se ilumina por la carretera y el sol pega fuerte a través de la ventana que deja ver el paisaje señorial del pasto verde. Las vacas ponen el punto de color del blanco y el negro juntos. La compañía es eso, solo compañía.
Llego temprano y las tarimas están todavía a medio armar. Los colores se comienzan a posar y decido no cambiar el formato. Será solo a fotografiar, a fotografiar todo ese color, a todo color.
La rutina laboral nos obliga, y me incluyo, a esperar a que el rey de la jornada haga su aparecimiento y aparece, sin más que una carga de letanías que no aguantan un clic más.
Salgo corriendo de la sala asfixiante y me sumerjo junto a los otros en el río de colores que baja desde la colina.
Ahora las tarimas ya se pueblan de verdad y el color se distribuye por todos lados. La callejuela de piedra es la galería central y todos nos disponemos a disparar. Voy a la cabeza de los aguerridos, de los que tienen la suerte de cargar sobre el pecho una credencial. Yo no la cargo pero no me asusto. La belleza discreta de la que me acompaña, que para mi es especial, me da las fuerzas para no amilanar.
Y comienzo, siempre los comienzos son los más discretos, los más insignificantes pero tomo ritmo rápido y ya nada me detendrá.
Vienen los ancianos primero, esos que arropados con los trajes republicanos cargan una cruz de ironía y con los guarapos calentándoles el cuerpo posan sin más ni más. Disparo una y el primer taco de trago me entra como ráfaga, disparo la segunda y el segundo entra a calmar, disparo la tercera y el tercero me da el estado ideal.
Soy parte de la fiesta, una alegoría más, las miradas traseras de la gente se posan también en este loco de atar. De reojo veo y sigo el trabajo de los demás pero ya estoy enganchado con el mío que no me abandonará.
Disparo una más, zaz! Disparo otra más, zaz! Y mi rutina empieza a tomar forma. Voy de verde agua, una pinta más a todo ese multicolor desfile que no deja de abrumar.
No me detengo, ya le perdí el rastro a los demás y no me preocupo.
Vienen los trompudos, las viejas ovejeras, las damas de alpargatas, y los reyes de la fiesta. Espejos y espejos sobre hombres grandes que valientes los cargan sin reventar. Y disparo y disparo.
Los Umas me dan una postal más y me enganchan a una cárcel de felicidad. Ellas y ellos se toman de las manos a mi alrededor y me comienzan a encerrar. Giran y giran como locos, los demás aplauden y vitorean y no quiero escapar, me arrodillo a sus pies para ver el cielo y no dejo de disparar. Me dan mi momento de éxtasis y me dejan sin más. Salgo regocijado de la vuelta y las risas y las miradas de admiración me dan de comer.
El rey sale de su trinchera y no lo dejo escapar. Sus corazas me acorralan pero no podrán, la adrenalina me tiene hecho un toro y no me van a parar. Y el sigue y camina y estoy en primera fila, luego veo a los demás que de alguna forma aparecen y detrás, detrás de mí se ponen todos en fila, para copiar, y la adrenalina me sube y me sube.
La rutina no se detiene, veo, como mi mirada de siempre, con la lengua acariciándome, veo por todo lados, veo donde nadie más y empiezo de nuevo a disparar. Vienen los niños de dos metros y vuelvo a trabajar, vienen las niñas en trajes bellos y no dejo de fotografiar. Vienen los hombres, cruzan los caballos y me poso sobre las miradas de las monjas, veo la familia en la galería, la niña que borracha me coquetea y la gente que no deja de admirar. Veo mi reflejo en la trompeta, veo a los ñaños, veo a las mujeres guapas de las faldas del Cotopaxi, te veo a ti, veo a la mujer que me baila por delante y por detrás.
Y me veo a mi como un reflejo, como algo parte de algo más, me veo vivo y me siento muerto, como un fantasma que no deja de disparar.
Pero me veo, ahora me veo, ya no es el simple reflejo del que no veo y que nada es nada porque nada veo.
Ahora me veo, y no me disgusta, ahora me veo y debo acostumbrarme a como me veo.
Ahora vivo y vivo me veo, porque veo que la vida vive cuando la veo y veo que vivo si es que sigo viendo. Y si veo es porque sigo vivo carajo, porque no he muerto.
Y ahora escribo y me veo, me veo llorar, porque a veces se me empañan cuando veo, a veces cuando te veo. Pero debo dejar de mirar a donde no debo mirar. Debo ahora mirar, ahora que veo, lo que veo y como me veo, para no dejar de mirar, para mirar que estoy vivo, y que vivo para mirar.