jueves, 24 de mayo de 2007

Los ojos duelen


Los ojos me duelen cuando no se cubren con el visor. La luz lastima cuando no se la está intentando atrapar y la gente me reconoce si no estoy cubriéndome la cara con el armatoste tecnológico que me da vida.

A él le pasa seguido y cada vez más seguido. Sus ojos le duelen.

Le duelen porque cada vez más líneas se posan a su alrededor. Le duelen porque los sabe llorones. Que pese a las líneas a su alrededor no dejan de portarse como mocosos.

Le duele saber que tras esos ojos casi no hay nada, o pensar que no, no hay nada. Que él nada más es ojos.

Ese brillo que le encanta a otros y que es resplandeciente en el espejo le es absolutamente perturbador. Porque cuando se enfrenta a ese reflejo se imagina viéndose y se reconoce sintiéndose y sintiéndose mal al verse. Porque pese a que sus ojos vean bien y vean bellezas muchas veces, verse a sí mismos es doloroso.

Doloroso porque en ese verse no se ve nada. Porque nada es lo que él ve cuando se ve. Y verse nada y sentirse nada cuando se ve lo mata. Y morir significa que esos ojos ya no ven más. Y si esos ojos ya no ven más pues nada es nada porque ya nada se ve.

Y le duele, los ojos le duelen. Le duele saber que es doloroso verse, que lo único que ve cuando se ve es nada y que nada es cuando no ve.

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